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CUANDO LOS CUBANOS VAMOS DE PESCA

Aunque no existen estadísticas que lo confirmen, uno podría estimar en medio millón las personas que son aficionados a la pesca en Cuba. La mayoría serían hombres adultos, pero también pescan muchos niños y algunas mujeres. El cálculo no es excesivo para una población de más de 11 millones de habitantes residentes en un archipiélago de costas inmediatas y aguas interiores cuyo volumen y superficie se han multiplicado varias veces durante las últimas cinco décadas.


Sin embargo, no existen hasta ahora estadísticas seguras para demostrar esta afición y sería más fácil de obtener la cifra de los que se sientan cada noche a ver un partido de béisbol que la cantidad aproximada de quienes se ponen en movimiento los fines de semana o al menos en sus vacaciones, para ir a la captura de algunos peces con los avíos al hombro, atados a la bicicleta o sobre el techo del auto.

Cada año la Oficina Nacional de Inspección de Pesca expide unas 20 000 licencias para aficionados a esta forma de recreación, en tanto la Federación Cubana de Pesca Deportiva llegó a agrupar unos 100 000 asociados en su mejor época. El entusiasmo gregario descendió bastante cuando en años recientes dejó de ser obligatorio tener afiliación para salir al mar a bordo de una embarcación;  no es obligatorio ser miembro de la organización deportiva ni portar una licencia cuando se va a efectuar la pesca en las costas marítimas o en acuatorios fluviales naturales, como lagunas y ríos.


Cuando uno es chico y la pasión por la pesca le es inoculada o llega por inspiración propia, por lo general apareja una cañabrava con un tramo de sedal, un anzuelo, un flotador y una laminilla de plomo, o enrolla veinte o treinta metros de monofilamento de nailon en una lata vacía de conservas y se va al sitio más cercano donde haya peces con apetito.

Con el avío del primer tipo puede uno sentarse en la alta orilla del río o meter los pies en el lodo que rodea los lagunatos, si es que no desea pescar con el agua a la cintura. Así hacen los muchachos de los poblados del interior sus primeras ensartas de biajacas, tilapias y crisoles, que es como llaman al sunfish importado de Estados Unidos en algunas provincias de la Isla.


En las costas empiezan a pescar en cuanto aprenden a caminar y, como el pez hambriento no es selectivo en relación con la edad del pescador, algunos a veces logran capturas que ponen rojos de envidia a los adultos. A la caña para pescar se le llama en Cuba vara criolla y es un avío muy sencillo y eficaz. No obstante, el avío más popular es el "yoyo".

El "yoyo" cubano es un carretel de madera en cuyo torneado se procura que la pieza resultante brinde una rápida salida al sedal y un agarre seguro para la mano, pues en la lucha con el pez no media otra ayuda que la fuerza y habilidad del pescador, que debe estar atento a soltar línea cuando sea preciso y a cobrarla cuando el pez se lo permita.

Si usted pregunta a un cubano acerca de sus preferencias en materia de peces, hay bastantes posibilidades de que la respuesta sea "el pargo" cuanto más cerca de la costa resida el interpelado. El pargo criollo, cuyo nombre científico es Lutjanus analis, es un hermoso y fuerte pez de tonos rosáceos, con una característica mancha negra cerca de la aleta caudal y carne muy deliciosa.

Durante los plenilunios de mayo, junio y julio este pez se desplaza en cardúmenes para desovar en algunas áreas de la plataforma insular cubana. Entonces la costa se llena de pescadores y en alta mar las agrupaciones de embarcaciones sobre los cabezos semejan aldeas iluminadas en alguna festividad nocturna.  Es la corrida del pargo "sanjuanero", pues la más importante de ellas ocurre, días más o menos, por el 24 de junio, onomástico de San Juan Bautista.

Más tarde, cuando el primer frente frío se anuncia en fuerte oleaje sobre los arrecifes de las costas, vuelve el pargo a atraer a los pescadores, que los sacan del agua con las aletas desflecadas y enrojecidas por la huida. Tierra adentro la especie más apreciada es la trucha.  No se trata de una verdadera trucha, sino  de la lobina negra boquigrande que hace unas ocho décadas fue aclimatada en el país.  Para la captura de este depredador se ha impuesto en Cuba el empleo de cebos artificiales, principalmente las lombrices de vinilo y los peces de madera o plástico que los aficionados denominan por una marca de fábrica: "rapalas".


La técnica de vara y carrete más extendida en el archipiélago es el spinning. Este fue introducido alrededor de 1946 y ocho años más tarde ya representaba el 75 por ciento de las ventas de avíos de pesca, desplazando a los hasta entonces más populares aparejos de casting.  El número de aficionados al spinning aumenta de año en año y la técnica de lanzado se aplica ampliamente lo mismo a la pesca costera que en los embalses. La pesca a mosca la practican unos cuantos aficionados, que hasta hace pocos años tuvieron un torneo de esta modalidad en la Ciénaga de Zapata.

El sueño de casi todo pescador era pescar a bordo de una embarcación. Como esto resulta un objetivo costoso, difícil y complicado, los innovativos cubanos hace más de treinta años comenzaron a inflar neumáticos de ómnibus y camiones y a hacerse de raros artefactos flotantes para pescar.

La balsa no complace a las autoridades y acabará por ser prohibida, pero los pescadores aman este medio que encuentran cómodo, barato, y sobre todo, muy eficaz.  Pescar mucho, la mayor cantidad de peces posibles, parece ser la aspiración de una parte no ínfima de los pescadores deportivos cubanos.  Si el pez no es de sabrosa carne, como los espinosos sábalo y macabí, nadie se preocupa de cuán emocionante pueda ser su captura, salvo quienes tienen muy bien definido el "gen" de pescador deportivo.

El sedal pesado todavía atrae más que la vara y el carrete de línea ligera y, si vamos a pescar lejos de casa, una gran nevera repleta de hielo se considera imprescindible. No obstante, en cierta medida se han decantado los perfiles del pescador de oficio y el deportista, y las competiciones de "captura y suelta" y "marcado y liberación" se han abierto un espacio en el país, lo que puede ser el comienzo de una nueva cultura piscatoria.

Existen torneos marítimos y fluviales. Uno de los más antiguos -de Cuba y del mundo- es el "Ernest Hemingway" de pesca de la aguja, cuya celebración comenzó en 1950. Para competir en los certámenes nacionales era reglamentario hasta hace unos años ganar antes un escalafón en competencias de base, municipales y provinciales; desde 2006 existen certámenes "Abiertos", para inscribirse en los cuales el concursante simplemente abona una cuota de ingreso.  A pesar de su escasa promoción, el deporte de la pesca es una de las principales aficiones con las cuales llenamos nuestro tiempo libre los cubanos.

© Ismael León Almeida (flysmael@gmail.com), La Habana, 2014. Autor de Técnicas y peces del aficionado cubano.
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